Desde lo alto. En las cimas más difíciles de ascender siento tu mirada. La enorme cruz no deja de comerme con su vista. Testigo es el sol y las cigarras que no paran de emitir ese estridente ruido. El miedo, el continuum del zumbido y el aplomo de los rayos solares me orillan a un trance. La travesía de las nubes no aminora la fuerza del influjo del astro, su radiante luz no permite que mantenga los ojos abiertos, en cambio se adelgazan y se extienden en trayectoria horizontal sobre el rostro, todo el peso sobre mis parpados. No puedo sostener el reto de la cruz. Rebusco entre las nubes algodonadas que se pasean suavemente por el lienzo azul, claro, límpido. Y en aquellas alturas pareciese que tan sólo un salto bastare para caer sobre su acojinada apariencia, para luego levitar por ese cielo azul y posarse por encima de esa enorme cruz, y entonces si observarle yo, dejándole sentir la pesadumbre de mi mirada, de la misma forma que era observado por ella. Pero de esta tierra eres como tus ancestros eran. Y que no era posar por encima de todo.
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on lunes, agosto 31, 2009
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