En la longitud de la onda proveniente del monocordio. Si de un acto divino devengo quiero pensar que fue de aquél con el que se intentó realizar la armonía. De lo justo y lo injusto no seré ajeno, pues el albedrío me faculta para ir de aquí hacia allá. Transitar caminando quiero, guiado por la nota que me trajo hasta estos parajes, porque entre los valles y crestas de la onda es posible permanecer, constantes que no estáticos. Miro hacia abajo, parece infinito. De momento me veo cayendo convirtiéndose el instante en eternidad. Y erase que no era estar en la longitud de la onda, y que si era estar en el valle intentando escalar la cresta.
Otro día, por encima de los pensamientos me encontraba, podía ver el nóumeno kantiano, serpenteaba entre los distintos pensamientos, estructuras y vacilaciones acaricié. De nuevo la sensación altiva comenzó a aparecer, frágiles y seguros de existir continuaban su funciones, hasta que los detenía, desarticulaba y reposicionaba. La caricatura del tirano comenzaba, la sensación de dominio emprendió el sentir, la capacidad de hacer y destruirlo todo. Otra vez regresé, de donde creí estar por encima de todo.
Un día, desde la mente pensé gobernarlo todo. Dominé la materia, la voluntad del otro. Pensé conseguir el todo, pero del todo tan solo me alejaba. La psique se montó sobre los otros, el dominio se comenzó a sentir, satisfacción, poder, hasta el colapso. Ahora no lo recuerdo. Un día creí gobernar desde la mente.
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