El lápiz rodó sobre la mesa, la caída desde unos ciento veinte centímetros hacia el suelo fue lenta y delicada, hasta su inminente interrupción al chocar con la superficie, lo que ocasionó que el silencio fuese abruptamente distraído por un sonido que reverberó por las altas paredes del recinto acusando un eco prolongado. Su retozo y rodar fueron de una menor repercusión, suficiente para producir un ligero sonido que hacía las veces de acompañamiento armonioso al eco. El viento siguió levantando la hoja de papel por su punta superior izquierda, considerando que el viento hacía de las suyas revoloteando en una trayectoria de siniestra a diestra. Tarde o temprano el papel emprendería la huida a alguna parte de la habitación. Era imposible decodificar lo ahí escrito. Símbolos, garabatos, todos entrelazados entre sí, como una espiral ocupando cada uno de los espacios posibles. No había lugar para la nada, para la soledad, la ausencia, para el vacio. Quiso levantar el papiro y hacer un esfuerzo de comprensión, pero comenzaba a balbucear muchas cosas que su mente parecía preñar como conceptos rotundos. Insiste en que no consigue decir nada que pueda ser entendido por nosotros sus pares. No es capaz de controlar el habla así como tampoco alcanza a escribir o expresar, de esa forma que llamamos como lógica, aquello que sus luces absorbieron del manuscrito. Sólo puede repetirlo para sí mismo, basta con hacerlo una vez para que todo navegue en su mente y perdure por días enteros, según su turbada noción del tiempo. Una y otra vez. Apenas ha sido capaz de transmitir esta experiencia por medio del ensueño, consiguiendo introducirse en las simas de lo onírico de quien escribe todo esto. Confieso. Ese ha sido el dictado de las constantes imágenes, sucesos y sonidos que han trastornado mis sueños. Cuando duermo y comienzo a soñar no hay momento en que este conjunto de ilusiones irrumpa en mis propias ensoñaciones, apresurándome a cada momento de registrar por medio de la escritura todos esos sucesos. No he podido más que someterme a sus dictados. ¿Quién eres? ¿Quién eras? ¿de qué eres apresado? Érase que no era. No fueron tus voluntades y pensamientos, sino los de aquél que quedó cautivo por aquello situado más allá de las razones y los ensueños.
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on domingo, julio 19, 2009
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