QUE NO ERA EL DESTINO  

Posted by Oscarbel

Y éramos como uno hasta que decidí probar aquello que tanto me advertiste no libar. Caminos seductores. Provocadores senderos. La libertad en la mano. La capacidad para atreverse más allá de límites. La expulsión del corazón del Uno ha costado. Pero durante este tránsito sin ser parte de él he vislumbrado que soy y que era.

Érase que no era el destino.

DE CIERTOS DÍAS…  

Posted by Oscarbel

De ciertos días que dejé pasar de largo lo humano; aquello que alguna vez consideré como de máximos principios y valores, como referente de conducta para transitar por una vida. Lo pragmático se volvió a cruzar y hoy es encontrar en el arrepentimiento aquella condición que no deja mentir a aquellas conclusiones arquitectónicas de los grandes filósofos griegos (después retomados por los pensadores ilustrados). Así es como la condición humana ratifica su presencia, en las ya conocidas circunstancias de tiempo, modo y lugar.

De todo pensamiento mágico he prescindido, dejándome seducir por banalidades y otras circunstanciales nimiedades. De tales comportamientos no se encuentra un arrepentimiento, si de aquellas bondades que se han dejado de lado y que vienen hoy a reclamar su espacio vía el arrepentimiento.

¿Cuántos te quiero se dejan pasar?

Que era de aquellos días en que reclamabas a los demás de su terquedad por reafirmar la condición humana, que es hoy la ocasión de lo mismo que culpais.

QUE NO ERA DE PARAISOS…  

Posted by Oscarbel

Y que me cuentas de aquellas pinceladas en el manto azul. De aquellos trazos blancos tenues, disipados, casi transparentes, que buscan a su vez involucrase con aquél azulino, de forma que al tocarse por los extremos se decantan y abrazan al mismo tiempo, los azules pasan al blanco, como los blancos de forjan en azules mientras se van acariciando sus puntas. Eolo no nos deja de impresionar cuando está decidido a realizar trazos y pinceladas, cuando se guarda su tiempo para hacer aquello que nosotros llamamos arte. Virtud, singularidad de los dioses, la armonía es el objeto, por eso no quito la vista de aquel manto azulado.

Y ante todos estos escenarios es inevitable darle vuelta esos estados mentales que buscan enaltecerse hacia lo sagrado, a la armonía, a lo virtuoso. Inevitable es dejar de embriagarse con el olor dulce y seductor de plantas y flores, aquel que inunda el olfato y no lo suelta en su búsqueda por dominarla maquinación. Como tampoco es posible seguir escuchando el agudo cantar de las cigarras, quienes entontan los zumbidos más dominadores a ritmo de la intensidad del sol.

Y que era de ese sosiego, que te invitaba a creer en la armonía, la ascensión a lo sagrado. Y que no era de paraísos y dulces sueños. Que era del todo virtuoso y su constante afán de conquistar lo humano, arrepentido de la vasta sagacidad mental y el bendito albedrio en todos sus actos.

QUE ERA DE AQUELLO QUE ESTÁ ABAJO  

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Cuando era de edad impúber fue todo un descubrimiento para mí. Los enormes relieves de la tierra representados en colinas personificaban misterios y peligros, cubiertos de espesos árboles y demás yerbas que ocultan las más extrañas criaturas vertebradas y ponzoñosas, o aquellas invertebradas no menos peligrosas, todas al acecho, esperando el mejor momento para lanzar un letal ataque ante cualquier perturbación de su espacio vital, como sería el plantar tan sólo un pie en él. Todo visto desde abajo.

Árboles y matorrales de todo tipo, incluso fuera de toda nomenclatura, poseedores de enormes ramales entrecruzados creando la perfecta guarida de todas aquellas criaturas, o bien, para que muchas otras no consigan huir de la espesura; incluidas en ese galimatías una variedad de hojas de todos los tamaños y tonalidades verdes posibles. Naturaleza muerta que no podía faltar con sus formas más siniestras, a veces adorables, que aportaban matices marrón al paisaje, negándose a caer sobre el césped verde y grueso.

Esta vez el escenario no deja de representar lo mismo, sólo que ignoro de dónde he logrado un mayor arrojo para darle una vuelta y ascenderle, como tampoco para rememorarlo en estos momentos. No cuestiones de dónde ha salido la bravura. Sólo piensa que allá arriba de pronto el silencio se vio perturbado por el agudo sonido producido por las cigarras, aquél que ataranta y pretende adormilar los sentidos, resaltando por encima de todos aquellos diminutos ruidos de los animales de corral posados en la lejanía de los prados. Situación que presagiaba el traslado a aquéllos tiempos en que era estar abajo, el del miedo a quedar a merced de las verdes profundidades con todas aquellas criaturas extrañas, incluida esa sensación de revestimiento que no deja espacio a lo demás, sólo a la absorción de una presa.

Pero todo el embelesamiento cae cuando surge una resistencia al ruido lineal y perturbador de las cigarras, rompimiento que es provocado por lo ahora cotidiano, el tronar de los motores de los notables vehículos y uno que otro sonoro grito de los pobladores de los alrededores.

Lo que ahora es, mirar desde las alturas de las colinas, detenerse en lo que existe allá abajo, encontrar nuevos temores — estos si fundados, divisar lo de abajo incluida toda la complejidad de aquello que habita en él. Esa condición para reproducirse, su sagacidad para consumir este hábitat bajo licencia de la supervivencia y sin mostrar signos de saciedad.

Qué era de miedos y misterios. Hoy sólo es de contemplaciones y el alimento del aire puro, sin dejar pasar aquello de la condición humana.

ERA POSAR POR ENCIMA DE TODO  

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Desde lo alto. En las cimas más difíciles de ascender siento tu mirada. La enorme cruz no deja de comerme con su vista. Testigo es el sol y las cigarras que no paran de emitir ese estridente ruido. El miedo, el continuum del zumbido y el aplomo de los rayos solares me orillan a un trance. La travesía de las nubes no aminora la fuerza del influjo del astro, su radiante luz no permite que mantenga los ojos abiertos, en cambio se adelgazan y se extienden en trayectoria horizontal sobre el rostro, todo el peso sobre mis parpados. No puedo sostener el reto de la cruz.

Rebusco entre las nubes algodonadas que se pasean suavemente por el lienzo azul, claro, límpido. Y en aquellas alturas pareciese que tan sólo un salto bastare para caer sobre su acojinada apariencia, para luego levitar por ese cielo azul y posarse por encima de esa enorme cruz, y entonces si observarle yo, dejándole sentir la pesadumbre de mi mirada, de la misma forma que era observado por ella.

Pero de esta tierra eres como tus ancestros eran.

Y que no era posar por encima de todo.

ERAS DE IDA Y VUELTA  

Posted by Oscarbel

Construcciones desde el espíritu contra toda inquietud corpórea. Esperando un despeje que permita sobreponerse a todas las debilidades carnales. La concentración es de difícil de alcanzar. Añoras aquellos días en que se privilegiaba al espíritu, las bondades del hombre, la sana voluntad, la dejación de las propiedades, de los posesivos tuyo y mío. Cuando se escribían y leían extravagancias, llegando a los extremos de la fabricación de una doble vida, como buscando vivir una ficción queriendo hacer que la vida misma se pareciese a la vida imaginada.

No interesaba dar la cara a la realidad en sus propios terrenos, aunque se regresara a ella para morderla, engullirla y seguir nutriendo a esa alterna vida, aquella de la ilusión, pretendiendo huir del desengaño de la realidad.

Eras como de papel, limpio, en blanco, abierto a la escritura de la historia, de tu historia. Podías transitar dentro del binomio posible. Eras de ida y de vuelta, como eras de vuelta e ida.

QUE ERA MÁS ALLÁ DE ESPEJOS  

Posted by Oscarbel

Otra vez de espejos y caricias, superficies lisas y frescas que intentas violentar, pero sin dejar rastro alguno del uso de tu fuerza. Tus ojos, par de fulgores que se van quemando mientras esperas derretirte al seguir restregando la faceta del espejo, augurio de la traslación más allá de las realidades. Una vorágine de visiones se entremezclan, del futuro y del ayer, de lo que eras y de aquello que creías ser, hasta de eso que serás y crees que eres.

 La búsqueda apremia. La sumersión hacia lo que sigue es el único anhelo presente, urgido de encontrarte en aquella orilla, porque donde permaneces eres nada y la oquedad abruma.

 Te preguntas sobre los distintos entornos que te han llevado a la parálisis, a desear otros horizontes. No has hallado nada que al amor se le parezca, o cualquier otro sentimiento. La materia impoluta es lo único que impera. Imposible que les atribuyas cualquier especie de culpa.

 No importa, más allá del reflejo del espejo existen las oportunidades con sus florilegios como anexos. Te piensas más allá del espejo. Te miras en el otro lado al mismo tiempo que pretendes hacer las veces de tu reflejo. Lo contemplas como el umbral hacia aquellas apetencias de lo que solías ser. No te queda más que saciar la expectativa de esperanza.

Tu palma izquierda ahora embiste la superficie llana, fresca, idílica del espejo. Suavemente repites los movimientos, para enseguida volver a frisar esperando hundirte y cruzar ese pórtico que da hacia la orilla de la promesa. Así, una y otra vez, hasta el absurdo de jugar a ser el reflejo para distraer tu frustración.

Qué eras de esta orilla siempre simulando ser el espectro del reflejo, pero que hoy no dejas de avistar el resquicio a esas dimensiones que te llaman.